Las interfaces cerebro-ordenador (BMI, por sus siglas en inglés) son, a día de hoy, un elemento más futurista y propio de la ciencia-ficción que de una realidad de mercado como tal. Pero eso podría cambiar pronto, muy pronto, si se siguen las pautas que anticipan algunas firmas de análisis.

Para muestra, un botón: la consultora Juniper Research estima que actualmente apenas existen unos 350.000 dispositivos para conectar las señales de nuestro cerebro a un sistema informático. Pero, dentro de una década, se estarán comercializando alrededor de 25,6 millones de unidades de esta clase de tecnología.

La razón de tamaño despegue es que estas interfaces cerebro-ordenador se expandirán más allá de los casos de uso médico experimental, con un fuerte desarrollo de casos de uso en el mercado de consumo. En ese sentido, estos dispositivos ofrecerán nuevas capacidades a la hora de controlar escenarios de realidad virtual, mejorar la experiencia del usuario y su nivel de inmersión.

Asimismo, los dispositivos de BMI también permitirán funciones de bienestar convincentes, como apoyo a la meditación guiada y mejorar la calidad del sueño.

Las aplicaciones de consumo vivirán un despegue tal que de los 100.000 consumidores que se estiman en estos momentos alrededor de todo el mundo pasaremos a un escenario de 13 millones de consumidores en 2030.

Si nos fijamos a las tecnologías propiamente dichas, los electroencefalogramas (EEG) seguirán siendo la opción dominante. Su amplia difusión en el ámbito médico, su coste asequible y el hecho de que sea una técnica no invasiva son motivos más que suficientes para considerarla como la alternativa más habitual tanto hoy como en el futuro próximo.

Créditos: Computerhoy.com