- La historia está repleta de compañías tecnológicas que pasaron del liderazgo al ostracismo en favor, la mayoría de las veces, de un nuevo actor feliz que se hizo con su preciado mercado.
- Algunos casos son bien conocidos, como los fracasos sonados de Blockbuster o Nokia. Otros son menos populares, como los de Napster, AltaVista o Kodak.
- La falta de visión empresarial, apostarlo todo a un solo caballo o negarse a ver los cambios que se producen en la industria a todas horas son las principales causas de estos descalabros.
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«Buscando en el baúl de los recuerdos, cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Volver la vista atrás es bueno a veces, mirar hacia delante es vivir sin temor». Esta canción de Karina, convertida a himno inmortal de generación en generación, es un buen punto de partida para reflexionar sobre un hecho ineludible: en nuestra hemeroteca como sociedad existen mil y un ejemplos de cosas que antaño parecieron geniales, pero que no fueron capaces de sobrevivir al devenir de los tiempos. Y mucho menos de mirar hacia delante, sin miedos, como defiende esta letra.
Llevando este pensamiento a la arena empresarial, la memoria nos recuerda numerosos casos de compañías que antaño fueron revolucionarias, líderes en sus particulares nichos de actividad, pero que hoy apenas resisten al paso de los años en ese baúl que rara vez se abre. Multinacionales en muchas de las ocasiones que no entendieron el cambio que se vivía en sus sectores y no vieron que sus fieles clientes estaban evolucionando hacia otras latitudes.
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La canción prosigue anunciando que «todo llega a su fin, después de un día triste nace otro feliz». Y a continuación vamos a discernir precisamente sobre eso, sobre los finales que vivieron cinco grandes empresas del sector tecnológico en favor, la mayoría de las veces, de un nuevo actor feliz que se hizo con su preciado mercado.
Blockbuster
Quizás las nuevas generaciones ni hayan oído hablar de Blockbuster, pero hubo un día en que esta empresa fue la reina y señora de la distribución de entretenimiento para el hogar. En octubre de 1985 abrió la primera tienda de Blockbuster en Dallas (Texas, EEUU) con un propósito muy claro: servir vídeos en VHS de manera local y bajo la fórmula del alquiler, siendo toda una revolución frente a las únicas alternativas del momento: los cines o la compra de las cintas de manera unitaria.
Una propuesta que caló rápido en un mundo cada vez más interesado en consumir películas y series de forma masiva y que no estaba dispuesto a pagar las enormes cantidades que la compra de un VHS suponía. En tan sólo dos años, Blockbuster ya tenía 15 tiendas en EEUU. Ocho años más tarde, eran 3.000 los establecimientos de esta marca en todo el mundo. Tanto fue el éxito de esta empresa que fue comprada por el gigante Viacom en 1994 por nada menos que 8.400 millones de dólares.
La expansión continuó su inalterable curso en los cursos siguientes, con la compra de Gamestation (uno de los principales distribuidores de videojuegos a escala internacional) o un nuevo servicio de distribución de vídeos directamente al hogar, por correo postal. Justo el mismo modelo de negocio que implantaría, allá por 1997, una pequeña startup que hoy conocemos por el nombre de Netflix.
Ese fue el punto de inflexión en esta historia. Desde el 97 hasta mediados de los 2000, Netflix no consiguió ni acercarse a la suela del zapato del gigante Blockbuster. De hecho, en 2000, el fundador de Netflix, Reed Hastings ofreció a los gestores de la multinacional la compra de su pequeña compañía -todavía deficitaria- por apenas 50 millones de dólares. Ya con el modelo del streaming en auge, ambas firmas compitieron frontalmente desde 2004, con un éxito galopante de Netflix y la condena al ostracismo para Blockbuster.
¿El resultado? En 2010, Netflix valía más de 2.200 millones de dólares y Blockbuster se declaró en bancarrota. Un clásico ejemplo de cómo seguir instaurado en un modelo de negocio clásico y no ver los cambios en los hábitos de los consumidores puede llevar a todo un coloso a desaparecer del mapa. Y también un recordatorio de la ironía de la vida que son los cambios de tornas y las puertas giratorias en la arena empresarial.
Kodak
Seguimos con ejemplos muy conocidos de empresas que han quedado grabadas en las cenizas de la eternidad pero borradas completamente del mapa actual. En este caso, la protagonista es Kodak, todo un gigante de la fotografía que lideró con puño de hierro este mercado durante casi medio siglo.
La compañía, con 120 años de vida, comenzó a fabricar cámaras fotográficas en 1975, con una propuesta muy sencilla y al mismo tiempo exitosa: democratizar el acceso a la fotografía, hasta entonces restringida a profesionales, con dispositivos muy fáciles de utilizar aunque no de la mejor calidad de imagen. Su idea caló rápido en el mercado y Kodak comenzó a copar todos los rankings industriales.
Además, Kodak supo ver otro detalle radical en este sector: el negocio no estaba tanto en la venta de la cámara -al fin y al cabo, una cámara tiene una vida útil de muchos años- sino en las películas fotográficas y el revelado de las imágenes. Ahí estaba el oro y ahí se enfocó la empresa, que llegó a copar el 90% del mercado norteamericano de películas para cámaras, dejando un margen ridículo para rivales como Fujifilm.
Sin embargo, llegó la era de la fotografía digital y ese lucrativo mercado de las películas dejó de tener sentido alguno. Y a diferencia de Fujifilm, Kodak no planteó ninguna alternativa de negocio ni tenía otras propuestas de valor que aportar a sus clientes. Además, la dependencia de Kodak de su negocio de películas era mayúscula: más del 70% de su facturación procedía de este segmento de actividad.
Un camino tortuoso hacia la nada que comenzó a mediados de la década de los 2000 y que culminaría en 2012, cuando Kodak se declararía finalmente en bancarrota.