Worldcoin desembarca con su idea de negocio basada en crear una identidad digital global. Ofrece ‘tokens’ a quien se baje su app, que incluye mucha letra pequeña y se ha ganado las críticas en algunos países.
En un mundo donde la tecnología está presente en casi cada gesto diario, que una empresa pida escanear el iris y bajar una aplicación en el móvil para generar una identidad digital parece no sorprender a algunos, sobre todo, a los más jóvenes. Worldcoin, la nueva compañía del creador de ChatGPT, la inteligencia artificial que está revolucionando el mundo, ha llegado a Zaragoza y busca usuarios.
A diferencia de la mayoría de aplicaciones que se publicitan como gratuitas, cuando en realidad estamos regalando nuestros datos personales, en este caso se ofrece incluso una pequeña contraprestación en ‘tokens’ de esta nueva criptomoneda (worldcoin), que se entregan a través de la app, pero esconde también mucha letra pequeña.
Dos esferas y un eslogan
Dos bolas de metal relucientes como espejos colocadas en lo alto de dos soportes, enmarcando un panel con el eslogan ‘La economía mundial pertenece a todos’, constituyen la oficina de esta compañía en un pasillo del centro comercial Puerto Venecia de Zaragoza. La firma cofundada por Sam Altman, artífice de Open AI, que solo lleva unas semanas en tierras aragonesas, no ha dado aún datos de cuántos usuarios ha conseguido, pero este martes por la mañana, en alrededor de una hora, media docena de usuarios aceptaron bajarse la app y escanear su iris, pese a ser un momento de baja afluencia de público.
La posibilidad de recibir dinero virtual como usuario de la aplicación móvil, y de convertirlo en euros al día siguiente en el cajero de criptodivisas del propio centro comercial o a través de alguna plataforma de cambio, convencía a algunos usuarios. A los interesados que se paraban se les explicaba que podían cobrar unos 30 euros (dependiendo de la cotización de la criptomoneda que incluía la app) a partir del día siguiente. Bastaban unos segundos para completar la descarga de la aplicación y asomar el ojo a uno de los dos ‘orb’ (globo o esfera en inglés). Costaba mucho más tiempo leer la letra pequeña de los ‘Terminos y condiciones’, algo que nadie hacía, como suele pasar con las app móviles y otros contratos que aceptamos a diario en internet.
«Me lo gastaré en ropa», comentaba a la salida del centro comercial uno de los usuarios a los que les había convencido la oferta. Otro amigo se iba con alguna duda, pero se pasaría al día siguiente a retirar del cajero el dinero que le habían prometido. Los usuarios que aceptaron eran todos jóvenes, aunque algunos también preferían pensárselo más. «El iris es muy importante», decía una joven que iba de compras con otras dos amigas y se paraban a escuchar la explicación, pero rechazaban la proposición.
Quienes daban una negativa más rotunda eran los más mayores como José Ferrer y Ana Rojas, un matrimonio de jubilados al que habían parado este y otros días para ofrecerles la app. No tenían claro el propósito de la compañía. «Eso de dar 30 euros y de que te identifiquen por el iris no me convence, no lo explican bien», decían. «Ya estamos muy vigilados por el móvil, solo faltaba el iris», se quejaba ella en cuanto al destino de su información biométrica. Habían preguntado qué se hacía con esos datos, pero no les quedaba claro. «Dicen que no pasa nada, que no los guardan pero, ¿a dónde van, para qué los quieren entonces?», cuestionaba.
Proyecto global
La firma asegura que no guardan datos personales. Su portavoz en España, Ricardo Maceira, Regional Manager Europeo de la compañía Tools For Humanity que desarrolla la moneda virtual Wordcoin, ha afirmado en una entrevista a HERALDO, coincidiendo con su llegada a Zaragoza que la compañía «no quiere saber quién es alguien, solo que es humano y único».
El proyecto gira en torno a desarrollar una identidad digital, «que te identifique como ser humano único» y te diferencie de las máquinas, algo que entiende que es «cada vez más necesario con el desarrollo de la inteligencia artificial (IA)». La compañía nació el año pasado con el ambicioso proyecto de desarrollar un «protocolo abierto, gratuito y que preserva la privacidad, cuyo objetivo es convertirse en la mayor red financiera y de identidad del mundo». Entre sus últimos datos apuntan que el proyecto ya ha emitido más de 2,7 millones de identificaciones o World ID y hay más de 5 millones de cuentas en el mundo.
La letra pequeña de Worldcoin
Del lado de la letra pequeña, como la que incluyen todos los apartados de ‘Términos y condiciones’ de las app móvil, en este caso se explica que la compañía Tools for Humanity tiene su sede en San Francisco (Estados Unidos) y que los conflictos se resuelven según la normativa de Alemania si se reside en el espacio europeo.
Desde el punto de visto de los derechos de los consumidores incluye una cláusula por la que el usuario acepta resolver toda disputa «mediante arbitraje vinculante y no en los tribunales».
Por otro lado, la app insiste en que no pueden descargarla menores de 18 años. Si esto ocurre ofrece una solución: «Si cree que su hijo menor de 18 años ha accedido a los servicios sin su permiso, puede solicitar la eliminación de sus datos poniéndose en contacto con nosotros».
Asimismo, aclara que los productos de criptomonedas, incluidos los ‘tokens’ Worldcoin (“WLD”) que se perciben con la app, «son un sector en el que no hay prácticamente ninguna regulación y pueden suponer un alto riesgo«, como han venido indicando organismos como el Banco de España. «Es posible que la regulación no ofrezca ningún remedio para cualquier pérdida derivada de dichas transacciones», apunta en el listado de condiciones. La app tiene por objetivo que la nueva divisa digital se utilice como medio de pago en transacciones del día a día.
Estas monedas virtuales, que se pueden mantener en la app y aumentar y operar con ellas, «no están destinados a estar disponibles para su uso, compra o acceso por parte de personas en los Estados Unidos, incluidos ciudadanos estadounidenses». El proyecto está siendo analizado en algunos países, que han mostrado su preocupación por la falta de regulación actual en este campo. La compañía ha recibido críticas en Francia, India y Brasil e incluso fue prohibida en Kenia el año pasado.